George Bernard Shaw decía que “Los espejos se emplean para verse la cara, el arte para verse el alma”, y estimo que las pinturas de Mawen bien ilustran este concepto. El suyo es un arte íntimo, que nos conduce inevitablemente al mundo interior y subjetivo.
Sus pinturas no reflejan la sociedad, ni la compleja trama de la ciudad contemporánea, sino la naturaleza más cruda y esencial. Esa inclinación por la naturaleza se revela limpia, ecológica, transparente, casi fuera de la realidad cotidiana. Su inquietud, solo se expresa en leves movimientos.
Los elementos, el clima, las estaciones, constituyen los temas, que inspirados en el exterior, se tornan profundamente internos. La materia se hace visible solo a través de la imaginación, de la atmósfera; las “cosas” experimentan una metamorfosis que la vuelven profundamente humanas. Se produce una transfiguración plástica de lo visto, para reflejar el espíritu limpio, suave y delicado de la artista.
En ocasiones la pintura, tocando la abstracción, parece adherirse a ciertas matrices geométricas —como en los “arco iris”, o en “un blanco silencio de horas”—, aunque esa normativa se diluye inmediatamente ante los ojos, y gana la carga gestual, que se torna delicadamente femenina. Las expresiones figurativas aparecen sublimadas, solo presentes en el carácter de una pincelada —“vida en la tormenta”—.
Los paisajes se hacen íntimamente subjetivos, y la capacidad de sentir la luz surge espontánea y natural; se hace presente de manera inevitable.
La materia pictórica se expresa a través de aportes plásticos casi absolutos y etéreos; la impronta de la técnica se impone creando superficies pastosas, que juegan con la transparencia y el reflejo —“marina”, “hacia la alegría”, “aguas del espacio”—.
Como un círculo que se cierra, Mawen, que en mapuche significa lluvia, reafirma la naturaleza; nombre y obra se amalgaman para abrazar un mismo sentido. Se trata de un espíritu sensible que puede volar a las alturas de la imaginación y la creatividad; se trata de una poeta capaz de traducir el alma.
Jorge Bozzano*
*Arquitecto, Especialista en Conservación del Patrimonio Cultural, Profesor Titular en Universidad de Buenos Aires, Profesor Titular en Universidad de Belgrano.
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